Archivo | diciembre 2012

Huellas en el Corazón

huellas en el corazón

  En este caminar de la vida he sido bendecida por la influencia de muchas personas que han dejado huellas en mi corazón y que me han dado luces hacia dónde mirar en momentos de oscuridad.

Crecí en una familia católica y la práctica de los sacramentos mueven mi vida desde muy temprana edad. Como vivíamos cerca de una capilla en un pueblo pequeño, no es de extrañar que cualquier misionero, sacerdote o religiosa que llegaba a compartir el evangelio, se volvía una persona cercana a nuestra familia. A veces compartíamos un almuerzo con ellos, una cena, un refrigerio, incluso hasta llegamos a hospedar a un sacerdote misionero que venía de otro país.

Es increíble cómo el mensaje de Dios llega a nosotros a través de estas personas consagradas y cómo Dios los utiliza para tocar nuestros corazones.  En mi adolescencia, un sacerdote muy activo fue el que nos impulsó a varios jóvenes a animar las misas en un coro. Otra sacerdote, un poco más espiritual, nos fortaleció en un grupo juvenil en el que reflexionábamos la palabra. Más adelante, formamos una comunidad noecatecumenal y el servicio como salmista me dio más responsabilidad y compromiso dentro de la iglesia. Durante todos esos años llegaba un sacerdote y se iba otro, pero todos estaban abriendo caminos hacia el encuentro con Jesús.

Por todos esos sacerdotes doy gracias a Dios y  oro constantemente por ellos en agradecimiento. En la actualidad, mi guía espiritual es también un regalo de Dios. Su ministerio lo vive con gran vocación. Su corazón está tan abierto a la gracia de Dios que a través de sus mensajes Jesús ha cambiado muchas vidas y ha roto muchas cadenas. Es uno de esos hombres de los que Dios se vale para derramar bendiciones, de esos que tienen el corazón herido del amor del crucificado, de esos que te llevan de la mano hasta los pies del Divino Maestro, de esos que acompaña, que aconseja, que se entrega a lo que hace todo por el amor a Cristo. 

Este escrito es un homenaje a esos valientes sacerdotes que han dicho sí al llamado de Jesús, que no han dudado y que siguen pescando almas para Dios y su reino, para todos los que han dejado huellas en el corazón.

Por qué media naranja?

pareja

    Siempre me ha llamado la atención la frase «media naranja». Por qué si existen tantas variedades de frutas se escogió la naranja para referirse a la pareja ideal? He escuchado a personas decir media toronja, media manzana, pero la frase universal es «media naranja».

     Al vivir en un país tropical, esta fruta la consumo desde pequeña, razón por la cual estoy muy familiarizada con sus características. La naranja es jugosa, dulce y llena de vitamina C, tan esencial para las defensas del cuerpo y  para evitar el envejecimiento prematuro.

Muchas personas afirman que la pareja ideal no existe. Pero la realidad es que encontramos en la vida una persona que nos complementa en muchos aspectos, que nos atrae fuertemente y que endulza nuestra vida con su presencia. A esa persona que pese a las muchas diferencias, siempre está a tu lado fortaleciéndote, dándote ánimos y creyendo en ti;  a quien confías tus cosas en las alegrías y las tristezas, en la salud y en la enfermedad y que además de eso está dispuesta a acompañarte en el camino de la vejez. A esa persona con quien formaste una familia con hijos nacidos del amor, es a la que yo llamaría mi media naranja. La persona que decidió dejar su soltería para formalizar una unión, no sólo ante los hombres sino ante Dios.

  La media naranja es la relación más frágil en el entorno familiar y sin embargo es la que nos complementa como personas. Pues si hablamos de los hijos.. ellos son sangre de nuestra sangre y carne de nuestra carne, ese vínculo de unión es inseparable y nunca se puede renunciar a él, igual con nuestros padres y hermanos. Pero la pareja es de libre elección, y sólo cuando estamos seguros que es la persona que estábamos buscando, con la que tenemos esa química, con la que sentimos el ¡click! , es cuando tomamos la decisión de compartir el resto de nuestra vida a su lado.

La pareja, la media naranja,  es el elemento principal de la familia que se convierte en la base cuando es bendecida por el sacramento del matrimonio. En estos días que celebramos la familia de Nazaret, demos gracias a Dios por nuestra familia por nuestro cónyuge y esforcémonos para seguir cultivando el amor, la entrega, el acompañamiento con dulzura, con vitaminas que nos ayuden a seguir  siempre en la temporada de cosecha con nuestra media naranja.

Un nuevo día

amanecer en Panama

 

Nuestra vida está en manos de Dios. Dormimos sin tener la certeza que hemos de despertar. Todo está en sus manos. Hoy al despertar escuché el canto de un ruiseñor. Su melodía era armoniosa y llena de vigor, de entusiasmo, de vida. Me quedé en silencio y agudicé mis oídos con mis ojos aún cerrados. Escuché cómo otros pájaros, que nunca me había detenido a escuchar, anunciaban con sus cantos que iniciaba un nuevo día. Iban dejando en cada trino su corazón en el aire, alegrando la fresca mañana que iniciaba. También percibí el canto de los gallos (nunca imaginé que habían tantos alrededor, pues vivo en un lugar semi-urbano). Uno cantaba y aleteaba muy cerca, otro le contestaba más allá  hasta que se iba perdiendo el canto de uno y de otro.

Toda esta maravilla ocurre cada mañana, y por dormir un poco más, o por levantarme inmediatamente al toque de la alarma, lo había dejado pasar día tras día. Es curioso darse cuenta de estas cosas sólo cuando nos detenemos, cuando agudizamos el oído, cuando despertamos de nuestro sueño. Cuando apagamos alguno de nuestros sentidos y profundizamos en otro, es allí cuando la vida se abre ante nuestros ojos. Y esto es tan cierto en tantas circunstancias en nuestro diario vivir. Nos perdemos la belleza de la vida, de esa entrega de cada criatura a su creador. El hombre ha dejado que el ruido y el afán del mundo apaguen el silencio donde se encuentra con Dios. Vive sin detenerse, dormido, sordo, ciego, mudo.

Para entrar en sintonía de alabanza con nuestro creador basta dejarnos ensordecer  por el silencio, agudizar el oído, callar nuestras voces internas, abrir los ojos de la fe, juntar nuestras manos y proclamar con nuestros labios himnos de alabanza y agradecimiento porque hoy es un nuevo día, que por la infinita misericordia de Dios, salimos a conquistar con alegría.

No somos islas, somos comunidad

comunidad

        Cuántas veces la palabra «comunidad» nos incomoda en la sociedad individualista y competitiva en que vivimos. Desde pequeños se nos dice en la escuela que cuidemos de nuestras cosas y que no las prestemos.  Ya más crecidos buscamos los primeros puestos, ser los mejores a costa de lo que sea. Y cuando estamos iniciando un trabajo casi estable, hay que ser competente para mantenernos en él.  Esta es la realidad del mundo de hoy, que ante la propuesta de Jesús de ser » uno como mi Padre y yo somos uno» de «permanecer en el amor» y de «ir de dos en dos» nos cuestiona y nos inquieta.

       En  la familia a veces resulta toda una batalla establecer la unidad para vivir la comunidad de amor que toda familia está llamada a ser. Los horarios no coinciden para sentarnos todos juntos a la mesa, la carga escolar en la que  se ven sumergidos los hijos, el trabajo de sol a sol de los padres, la programación atractiva y absorbente de los canales televisivos por cable, y ni hablar de las adictivas redes sociales y del Internet.  Todos estos elementos dificultan y deterioran la comunicación que hace posible la hermandad en la familia.

     Pero no podemos quedarnos mirando cómo cada día se construyen más murallas que puentes, ser simples espectadores del individualismo creciente de nuestra época.  Las murallas nos separan y los puentes son caminos para llegar al otro. Tenemos que ser canales de vida, de unidad y de comunión.

        Recuerdo la etapa de mi niñez cuando el juego estaba basado en la imaginación.  Decir: «vamos a jugar» ya encendía en nuestras cabecitas un sinnúmero de posibilidades en las que el ingenio y las ganas de lo diferente nos hacía llegar a  consensos y todo resultaba más divertido. Jugábamos por diversión y no por competencia. Trabajar en equipo, hacer empatía y disfrutar el llegar a la meta juntos  es la respuesta ante  la ola de individualismo que vivimos  en todos los ambientes y situaciones.

      Aprender a vivir en comunidad implica hacernos partícipes de las alegrías y de los logros del otro sin dejar que la envidia entre en nuestro corazón. Es también compartir la tristeza, el fracaso y la derrota del otro animando siempre a vivir en esperanza y ayudando a empezar de nuevo. Frases como: cuenta conmigo, aquí estoy, ánimo; están impregnadas de acompañamiento. Pongamos estas frases de moda, brindemos ese apoyo a los demás porque no somos islas, somos comunidad.

Últimos días o un nuevo inicio?

Imagen

      El tiempo pasa en este mundo tan acelerado que muchas veces nos dejamos sumergir en su estrés que nos hace estar siempre prendidos a un reloj. Son muchas las ocasiones que hacemos planes, visitas, citas y tantos otros eventos dependiendo de una agenda o de un calendario de actividades. La verdad es que al final nos damos cuenta que dependemos casi totalmente del tiempo y que no podemos volverlo atrás.

   Al llegar al final de este año 2012 surgen todo tipo de análisis retrospectivos por lo que se hizo y lo que dejó de hacerse. Entran aquí viejas tradiciones como escribir el testamento del año viejo narrando lo más importante que nos dejó a cada uno, de hacer un muñeco que se quema simbolizando el año que se va, y otras tantas tradiciones más impregnadas de supersticiones y simbolismos.  La manera de festejar varía de país en país, de pueblo en pueblo, de nación en nación y de familia en familia. Pero lo cierto es que en la mayoría de las ocasiones aplicamos un filtro muy negativo a la hora de hacer un balance de lo que fue el año que termina. Miramos más los fracasos que los logros, las caídas que las puestas en marcha, las tristezas que las alegrías, los odios que los afectos.

    A manera personal podría decir que a pesar de ser un año difícil, Dios me regaló momentos irrepetibles, de cercanía, de apoyo, de ternura, que me ayudaron a moldear mi vida buscando un nuevo rumbo que sólo Él en su amor y misericordia conoce y permite. Aquellas situaciones de fragilidad y de dificultad las abandoné a los pies de la cruz de Cristo y los momentos de alegría y de gozo se los ofrecí en agradecimiento.

      Pero cómo hacer para dejar todo atrás y voltear la última página del libro del 2012, abrirnos confiados a un nuevo año, a una nueva oportunidad? Recuerdo aquí las palabras de mi guía espiritual que nos repite una y otra vez: » pasa la página… next..» Es importante hacer el recuento, la retroalimentación, pero más importante es seguir en esperanza ver las nuevas oportunidades que se avecinan, nuevos retos, nuevos horizontes. No se trata de hacer propósitos que nunca alcanzaremos, metas que sólo dejaremos en el papel, proyectos que deseamos alcanzar pero desprovistos de una planificación objetiva, cambios  profundos en nuestra vida en los que no nos esforzamos ni daremos nunca el primer paso de reconocer que son necesarios. Se trata mas bien de poner toda nuestra esperanza en ese volver a nacer que nos habla Jesús en las escrituras, volver a comenzar no con trozos de ayer sino con ganas de mañana, es darle el lugar principal a Cristo en nuestras vidas, buscar primero el reino de Dios y todo lo demás se nos dará por añadidura. Tenemos que cambiar nuestros odres viejos para el vino nuevo, ese vino que pidió María y que Jesús nos concedió ya casi al finalizar la fiesta. Esa es nuestra esperanza, esa es la hoja de ruta para este 2013  mirar confiados el renacer de nuestras vidas en las manos del que todo lo hace nuevo.

¿Y los que no le adoran?

baby-jesus-christmas-nativity-wallpapers-1024x768

    Aquella noche Santa de Navidad los ángeles rompieron el silencio que ensordecía el lugar con sus cánticos de Gloria por el nacimiento de Jesús. Llegaron pastores y lo adoraron. Llegaron Reyes de oriente y le ofrecieron regalos y lo adoraron.

En la Eucaristía de Medianoche, mi pequeño Emmanuel de 6 años, quedó asombrado al momento de adorar al Niño Jesús. Todavía resuena en mi mente su pregunta ingenua y tan profunda a la vez: Mamá, y los que no se levantan a adorarlo? …Pues no han abierto su corazón para que tenga morada en ellos.. fue mi respuesta. Y muy erguido me dijo:.. pues en mi corazón sí ha tenido morada porque lo adoro…

     Ese pequeño gesto de adoración abrió en la mente de mi hijo toda una gama de verdades de fe que me hizo reflexionar cuán grande o cuán poca es nuestra fe. Y los que no lo adoran? los que se quedan sentados sin levantarse a contemplar al Rey de Reyes? los que habiendo escuchado toda la liturgia dejaron pasar el momento? los que estando físicamente allí tenían ausente su mente y su alma? Pero también me pregunté : y los que habiendo besado o tocado la imagen no sintieron nada? Cuántas veces he escuchado la palabra que dice «hay que ser como niños para entrar al Reino de Dios..» y no fue hasta esa noche que todo se tornó claridad y luz en mi corazón. Dios nos quiere como niños que creen y confían en su palabra, que lo adoran sin tanta lógica y razón, que lo buscan con el corazón abierto de par en par, que se preocupan por los demás que no lo acogen ni le dan morada en sus vidas, que se sienten orgullosos de creer, de adorar, de abandonarse en Dios. ¡Qué lección de vida!  En las cosas de Dios siempre lo pequeño, lo desapercibido es de lo que se vale el Señor para hablarnos, para aleccionarnos, para aclarar nuestras dudas. 

     Y tú, hermano mío? le abriste tu corazón al Niño Jesús? Encontró morada cálida en él? te postraste ante Él y lo adoraste? Si no lo hiciste, todavía estás a tiempo. El sigue esperando a que le des permiso para hacer nueva todas las cosas en tu vida. Oro por ese momento de encuentro porque sólo así la respuesta a la pregunta por aquellos que no lo adoran será de paz,  esperanza, de amor y de fe que al fin y al cabo son los regalos que trae el Pequeño de Belén para todos los hombres de buena voluntad.