En este caminar de la vida he sido bendecida por la influencia de muchas personas que han dejado huellas en mi corazón y que me han dado luces hacia dónde mirar en momentos de oscuridad.
Crecí en una familia católica y la práctica de los sacramentos mueven mi vida desde muy temprana edad. Como vivíamos cerca de una capilla en un pueblo pequeño, no es de extrañar que cualquier misionero, sacerdote o religiosa que llegaba a compartir el evangelio, se volvía una persona cercana a nuestra familia. A veces compartíamos un almuerzo con ellos, una cena, un refrigerio, incluso hasta llegamos a hospedar a un sacerdote misionero que venía de otro país.
Es increíble cómo el mensaje de Dios llega a nosotros a través de estas personas consagradas y cómo Dios los utiliza para tocar nuestros corazones. En mi adolescencia, un sacerdote muy activo fue el que nos impulsó a varios jóvenes a animar las misas en un coro. Otra sacerdote, un poco más espiritual, nos fortaleció en un grupo juvenil en el que reflexionábamos la palabra. Más adelante, formamos una comunidad noecatecumenal y el servicio como salmista me dio más responsabilidad y compromiso dentro de la iglesia. Durante todos esos años llegaba un sacerdote y se iba otro, pero todos estaban abriendo caminos hacia el encuentro con Jesús.
Por todos esos sacerdotes doy gracias a Dios y oro constantemente por ellos en agradecimiento. En la actualidad, mi guía espiritual es también un regalo de Dios. Su ministerio lo vive con gran vocación. Su corazón está tan abierto a la gracia de Dios que a través de sus mensajes Jesús ha cambiado muchas vidas y ha roto muchas cadenas. Es uno de esos hombres de los que Dios se vale para derramar bendiciones, de esos que tienen el corazón herido del amor del crucificado, de esos que te llevan de la mano hasta los pies del Divino Maestro, de esos que acompaña, que aconseja, que se entrega a lo que hace todo por el amor a Cristo.
Este escrito es un homenaje a esos valientes sacerdotes que han dicho sí al llamado de Jesús, que no han dudado y que siguen pescando almas para Dios y su reino, para todos los que han dejado huellas en el corazón.